20 de abril de 2011

COMO ELEFANTE TRISTE

Deseo hacer el amor en pleno verano,
como en mi tierra hacían los sin-tierra,
se reclamaban los unos a los otros
y ya no había amor.

Hacer el amor, me digo, con determinación,
con cierta alevosía,
como les pasaba a las mujeres de mi pueblo,
con sus amores únicos.

Hacer el amor hasta romper
el equilibrio que me permite amar.
Como las flores que agonizan,
quemadas, rotas,
por el mismo sol que les dio vida.

Ahora, en esta lenta mañana de verano,
quiero que el viento produzca,
ese sonido, agudo y desgarrado,
del amor sin barreras.
Como hacen el amor las mariposas,
donde gusano y alas,
se juntan para morir.

Hoy quisiera practicar el amor bestial.
Como los cerdos hacen y las gaviotas,
y los vampiros quietos y las vacas.
Hembra y macho, animales en celo,
sin palabras.

Y un día dije:
hoy quiero amar todo lo que pasó.
Y mi vida se llenó de muertos.
Confieso haber sido como ellos,
llegué a gozar sentado en una silla,
quieto, sin alma, esperando un verso.

Y, después, me gustaría amar,
de país a país, de océano a montaña
y dejarme caer como los soldados
que mueren abrazados al arma que los mata.

Tengo que amar, me digo, tengo que amar.
Como aman los jóvenes en primavera,
sin importarles nada, burlándose del mundo.

Me gustaría, porqué no, hacer el amor
tendiéndome en un verso,
como las letras,
las palabras hacen
y me pongo celoso
porque no puedo tanto
y lloro como una mujer,
lo que defendiendo como hombre
no sirvió para nada.

Amar, hoy me dejaría amar.
Sería el hombre muerto-vivo,
que la mujer desea.
Quedarme quieto, digo,
atarme, sin más, al porvenir.
Besar la boca que besa el universo
y apagar la luz.

Hoy es una tarde calurosa
de verano en Europa.
Y quien se lo imaginara
no hubiera podido nunca
imaginarlo así:

Sentado y escribiendo,
haciendo el amor en las cloacas de mi ciudad.

Conociendo a fondo la vida cotidiana.
“Amor y odio se parecen”
amor y odio se parecen,
gritaba el condenado
y se abrazaba
con ardor a sus propias palabras
y amaba
todo lo que no podía ser y caía,
se dejaba caer sobre su cuerpo.

Así quisiera amar, así quisiera.
Con el alma partida de soledad,
sin que nadie me vea llorar por lo perdido,
como elefante triste que no verán morir.

Miguel Oscar Menassa

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